Vino el miércoles en la Autònoma de Barcelona un bucanero, uno que ha surcado todos los mares y que ha acaparado la atención de nosotros, pobres marineritos, que no hemos pasado del puerto. Era el sargento que a golpe de curtidas palabras despojadas de cualquier paternalismo revela a las tropas que, que coño, esto va en serio.
Arturo Pérez-Reverte dio una conferencia en la UAB y no se le ocurrió otra cosa que contar porqué dejó el periodismo ante una audiencia formada, sobretodo, por ilusionados e ilusos estudiantes de periodismo. Porqué Pérez-Reverte pertenece única y exclusivamente a Pérez-Reverte.
Entonó frases como “el teléfono móvil mató al reportero” y lamentó que el periodismo “hoy en día, lucha por sobrevivir” y ni corto ni perezoso anunció que por esto y otras razones renegaba del periodismo de hoy en día. Dejó, aún así, un brío de esperanza al decir que “un tipo con un lápiz y una liberta es el más peligroso del mundo” y que “el periodismo es un oficio maravilloso, cuándo te dejan ejercerlo”. Uno estaba a punto de pensar que se había reformado, para luego dar otro vuelco nihilista y decir que su trabajo de tres años en los Balcanes no cambió nada.
“Los periodistas de antes éramos cazadores. Y éramos más cínicos”, los dardos se dirigían certeros hacia la audiencia. Y es que el avasallamiento de información que uno puede recibir en el comedor de casa choca con los métodos expeditivos y aventureros del cazador montaraz que solía ser Arturo Pérez-Reverte.
Arturo Pérez-Reverte dio una conferencia en la UAB y no se le ocurrió otra cosa que contar porqué dejó el periodismo ante una audiencia formada, sobretodo, por ilusionados e ilusos estudiantes de periodismo. Porqué Pérez-Reverte pertenece única y exclusivamente a Pérez-Reverte.
Entonó frases como “el teléfono móvil mató al reportero” y lamentó que el periodismo “hoy en día, lucha por sobrevivir” y ni corto ni perezoso anunció que por esto y otras razones renegaba del periodismo de hoy en día. Dejó, aún así, un brío de esperanza al decir que “un tipo con un lápiz y una liberta es el más peligroso del mundo” y que “el periodismo es un oficio maravilloso, cuándo te dejan ejercerlo”. Uno estaba a punto de pensar que se había reformado, para luego dar otro vuelco nihilista y decir que su trabajo de tres años en los Balcanes no cambió nada.
“Los periodistas de antes éramos cazadores. Y éramos más cínicos”, los dardos se dirigían certeros hacia la audiencia. Y es que el avasallamiento de información que uno puede recibir en el comedor de casa choca con los métodos expeditivos y aventureros del cazador montaraz que solía ser Arturo Pérez-Reverte.
Aunque el tono dominante de la conferencia fue el de desencanto, Don Arturo también dejó espacio a la ilusión. “Triste de aquél que con 20 años no sueñe con ir a la isla de los piratas.” Da la sensación que fue así, con una tenue ensoñación casi infantil, como nació tal personaje y lo que terminó por decantarle hacia la literatura. Reverte contaba, monopolizando atenciones, que fue el leer libros lo que le indujo a tomar la mochila e ir a ver todo aquello que había leído Me atrevo a decir que este ímpetu lo comparte gran parte del público ahí reunido.
A corte personal me sorprendió bastante que afirmara rotundamente que su trabajo de reportero en el conflicto de la antigua Yugoslavia no cambió nada. Tal afirmación atenta contra cualquier esperanza de quién quiere dedicarse a este oficio. No quiero creerlo, no debemos creerlo, que si contamos las cosas, todo al final va a ser en vano. Puede que sea algo que trae el tiempo, luego el tiempo lo dirá. Yo no puedo evitar recordar aquella frase que dice “sólo los locos pueden cambiar el mundo”. Y no dudo de que Arturo Pérez-Reverte está loco de atar.