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lunes, 3 de diciembre de 2012

Carta de un funcionario al muy noble mundo del arte

España, 16 de Noviembre de 2012
Estimados Sres artistas,  

Tan simple como rellenar una hoja en blanco con las mejores ideas de uno y publicarlo en internet. Pues no. A usted que debe ser un ser inteligente le pregunto ¿Le gustaba cuando sus compañeros le copiaban los exámenes en el cole? No, ¿verdad? No le gustará, entonces, que alguien copie su obra. Para este menester debería usted, una vez finalizada el correspondiente proceso de escritura, ir a la oficina correspondiente del correspondiente ministerio para rellenar el formulario y pedir el impreso para “Obras literarias y científicas”, rellenarlo, y abonar las correspondientes tasas. No sea usted tacaño que la administración no somos todos, pero bastantes. 

A menudo, la gente del arte y la creación en sus más amplias fórmulas son gente despreocupada, absorta, vivalavírgenes,  profusos amantes de la libertad en su sentido más amplio, y en mi opinión, temerario. Mas no es mi intención difamar a los artistas, gente de una indiscutible bonhomía, de la que yo carezco.

A estas alturas lo habrán adivinado ya. Que me encuentro en el polo opuesto. Amante del orden, de las ideas materiales, del formulario rellenado y el sello húmedo. Que soy parte de un estamento de la sociedad de la peor calaña, junto con traficantes, putas y asesinos y otros pelagatos varios. Que soy funcionario. Y de la Administración, oiga.
Y si ahora mismo doy rienda suelta a mi limitada creatividad es para reivindicar lo que considero un vilipendio a mi profesión.  El burócrata español, en contra del mito, tiene inventiva, en especial cuando hay que quejarse. Y esta, pese a bienintencionada, tiene que ser contundente. 

No es casual tampoco que haya comenzado mi digresión referenciando el muy noble mundo del arte. Verán, los funcionarios somos gente lectora capaz de disfrutar de una buena historia, en contra del mito. Entre tanta palabrería funcional y sintética, uno debe leer un poco de prosa gutural, aquella que proviene del fondo, en contra de la que se produce en la yema de los dedos.

Sin embargo, tengo que presentar una queja formal respecto a la infrarrepresentación que mi profesión padece en el mundo literario. A menudo incluso pasa inadvertida. Lo entiendo. La burocracia es enemiga de las tramas ágiles, del romanticismo y de la elipsis. Es un caso clásico de tedioso orden contra bello caos. 

Pero esta dejadez tan propia del mundo literario, tiene que acabar.  Este abandono roza la negligencia hacia el mundo real. Uno no puede ir por ahí sin evitar todo tipo de trámites vitales para el porvenir del ser humano como especie. Los funcionarios queremos nuestro lugar en la noble letra escrita.

¿Por qué los artistas piensan que las desventuras de un incompetente capitán y una tripulación de merluzos para capturar una ballena nos interesan más que el cómo logró ser capitán y que cursos tuvo que atender? Nos hubiéramos ahorrado media novela al descubrir que era un incompetente des del principio. Creo que el hecho de que la familia Samsa decida tener un escarabajo gigante en casa; requerirá de algunos trámites, aunque se trate de su hijo, cosa que tendrían que probar con el libro de familia. Está claro que en el mundo real, una niña como Carrie acabaría en manos de un asistente social.

Y por supuesto también somos ninguneados en el mundo del cine. 

¿Os imagináis a James Bond echando horas de oficina para cumplimentar trámites y elaborar completos informes? ¿O a Indiana Jones rellenando formularios para obtener permisos de excavación? ¿Por qué no existe comedia romántica donde el protagonista masculino diga que es funcionario y la zagala quede rendida a sus pies? No tienen ustedes ni idea de lo compleja que sería la burocracia para abrir un parque de atracciones con dinosaurios reales. “Voy a hacerte una oferta que no podrás rechazar”, muy bien, pero la pones por escrito o no vamos a ninguna parte.  

Encuentro algún ejemplo que me reconforta. Como el hecho de que la trama de Casablanca se centre en la obtención de unos salvoconductos. Me gusta pensar que en plena guerra mundial, en el abismo de la civilización, también hubiera espacio para fuerza civilizadora de la burocracia.

La infrarrepresentación de la burocracia por parte del mundo del arte es grave por sí misma, pero aún peor es cuando la pintan como algo aburrido e inoperante. Me refiero, por ejemplo, a Larra y su archiconocido “Vuelva usted mañana” que tanto daño ha hecho al savoir faire de nuestra profesión.

Ejemplos peores puedo pensar. Como cuando los artistas se sueltan la melena e imaginan mundos futuros donde los funcionarios son meros guardianes o ejecutores de un poder totalitario. A 1984 me remito. ¿Cómo quieren que la ciudadanía confíe en nuestra profesión tras esta difamación?

Son ejemplos extremos pero encauzan mi conclusión. La burocracia existe des del mismo inicio de la humanidad, estoy convencido. Es la profesión más antigua. En contra del mito. Es garante de orden a través de archivos, de seriedad a través de sellos y de convivencia a través de colas de espera. Si no hubiera burocracia todo el sistema se desmoronaría ¿De ahí hacia el caos? Un paso.

Respetuosamente
Un funcionario