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martes, 4 de octubre de 2011

Un nuevo tropiezo: De cómo las relaciones de los árabes y Estados Unidos se tensan de nuevo

En junio de 2009, el Presidente de EEUU, Barack Obama, visitó la Universidad de El Cairo donde dio uno de sus más famosos discursos con el fin de dirigir su voz a la totalidad del mundo musulmán. Cumplía, de ese modo, una de sus promesas electorales: romper con la política exterior de su predecesor y forjar nuevas relaciones con los países árabes.

El discurso se llama “A New Beginning” — Un Nuevo Comienzo — y por si alguien lo duda, fue épico y elocuente. Lejos de soltar una arenga cualquiera, Obama brindó a la audiencia una alegato a favor del entendimiento entre religiones y culturas centrado en el triunvirato Cristianismo, Islam y Judaísmo. Se ganó a la audiencia menos cínica con un hábil conglomerado de frases de los diferentes textos sagrados de cada religión y supo encontrar los puntos de encuentro entre dos culturas separadas por un continente y un océano. Estábamos ante las últimas ventiscas del menguante huracán Obama.

“Considero parte de mi responsabilidad luchar contra los estereotipos negativos del Islam allí donde surjan. […] Del mismo modo que los Musulmanes no encajan en un burdo estereotipo, American tampoco es el estereotipo de un imperio movido sólo por intereses." Barack Obama

Versión Interactiva del discurso VIDEO + TEXTO


Versión Youtube del video del discurso



Pero poco se imaginaba Obama que su buena voluntad de hacer tabla rasa toparía con el jarro de agua fría que nos lanzan a todos, de vez en cuando, los eventos insospechados.
El fraternal discurso fue pronunciado en un Egipto muy diferente al de hoy en día. La Primavera Árabe proporcionó “un nuevo comienzo” en la zona, sólo que quizás no fue el que Obama esperaba. Su Administración tubo la audacia de reaccionar con relativa rapidez y apostar a favor de los manifestantes — sobretodo en Túnez, Egipto y Libia, pero una respuesta más tibia en Siria y Yemen. El signo de los manifestantes también ayudó. Éstos pedían democracia, libertad de expresión, libertad religiosa, etc.; muy diferente de una revolución a la iraniana, en dónde la oposición al tirano se identificó con el islamismo teocrático que hoy rige el país y que causa no pocos quebraderos de cabeza a Estados Unidos.

La caída de Mubarak y el resto de dictadores del mundo árabe es consecuencia de una fallida política estadounidense en esta zona a lo largo del Siglo XX, la de mantener un dictador que ejerza una especie de cuello de botella de la voluntad real del pueblo de estos países — ya sea islamismo, terrorismo, antisemitismo… Algo similar ocurría en el Irán gobernado por el Sha - antes de la Revolución del 1979 — muy amigo de EEUU, como he citado arriba. Independientemente de los gobiernos que salgan de estas contemporáneas revoluciones (en Egipto, los Hermanos Musulmanes, partidarios de la sharía, son muy influyentes), las protestas sorprendieron al mundo por su calado democrático.

El caso paradigmático que ejemplifica estas nuevas relaciones entre EEUU y el norte de África es Libia. La zona de exclusión aérea de la OTAN, todo parece indicar que proporcionará la victoria rebelde completa. El apoyo al bando rebelde de la Comunidad Internacional da pie a un prometedor arranque de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Occidente con la futura Libia, que según el CNT (Consejo Nacional de Transición) será “una república con Islam moderado”. ¿Más cómodas que con el estrafalario e imprevisible Gaddafi? Seguramente. Sólo el tiempo lo dirá. Ahí queda la curiosa foto de los poco revolucionarios Nicolas Sarkozy y David Cameron con los  líderes del CNT.


David Cameron y Nicolas Sarkozy con el lider del CNT Mustafa Abdel Jali


Pero en el camino de Obama se topó Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Parece que todo presidente de los Estados Unidos des de Harry S Truman. Tiene que inmiscuirse en el conflicto Israel-Palestina. La solicitud de reconocimiento de Palestina como Estado Miembro de la ONU en un momento en que las negociaciones con Israel están congeladas, ha puesto a la Administración Obama entre las cuerdas. El ampliamente pregonado lobby judío de Estados Unidos y las tradicionales relaciones entre los Estados Unidos e Israel amordazan a Obama e invalidan el svoir faire que el Presidente ha practicado en sus relaciones internacionales con tantos países, también con Palestina.

El anticipado veto que tendrá que ejercer Estados Unidos si la solicitud de reconocimiento del Estado Palestino llega a buen puerto no sentará nada bien a los palestinos, claro está, ni a los estados árabes circundantes inmersos en plena vorágine de merecida libertad de expresión. Tampoco sentará nada bien a una Turquía que abruptamente ha quebrantado una larga y beneficiosa relación con Israel, y cuya mirada oscila de la Unión Europea hacia la zona árabe liberada, en dónde su influencia va en aumento.

Una vez más las relaciones entre Estados Unidos y los árabes se tensan. El “nuevo comienzo” de Obama va camino a convertirse en un nuevo tropiezo.